Artículo escrito por: Miguel Ángel Ariño profesor del Departamento de Análisis de Decisiones del IESE Business School de la Universidad de Navarra. Autor de los libros “Toma de decisiones y gobierno de organizaciones”, “Iceberg a la vista: principios para tomar decisiones sin hundirse”, y “Con la misma piedra: los 10 errores que todos comentemos al decidir”, estos dos últimos en coautoría con Pablo Maella.
La actividad empresarial en el momento actual se caracteriza por la rapidez con la que todo cambia. El entorno económico en el que nos encontramos tiene las características de un entorno VUCA: alta volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad. En fin, un entorno de rápidos cambios, en el que las cosas son afectadas por muchas variables interconectadas entre sí, en la que si tomas una decisión afecta a tantos factores y en direcciones tan diversas que al final no se sabe cuál va a ser el impacto de esa decisión. Un entorno económico, por tanto, muy ambiguo en el que la incertidumbre campa a sus anchas.
En una situación cómo esta qué consejos pueden darse para la buena toma de decisiones. Pues en primer lugar no intentar saber lo que va a pasar. Eso es garantía de fracaso. Las condiciones del mañana poco tienen que ver con las de hoy. Intentar predecir el futuro condena a uno al fracaso. Lo que hay que hacer es seguir unos principios básicos no cambiantes, que aseguren una buena toma de decisiones con independencia de las coyunturales cambiantes circunstancias del momento.
«Intentar predecir el futuro condena a uno al fracaso»
Para eso es necesario saber qué cosas pueden hacer fracasar nuestra actividad empresarial. Qué riesgos estamos corriendo. Y las causas del fracaso pueden ser múltiples, más aún en el entorno VUCA en que nos movemos. Por eso es buena una clasificación de los posibles riesgos que corremos. Los riesgos en que incluye toda compañía pueden clasificarse en tres tipologías: riesgos evitables, riesgos estratégicos y riesgos externos.
Los riesgos evitables son los que proceden de hacer las cosas mal. Para no incurrir en ellos, las empresas tienen que fijar protocolos de actuación en todas las situaciones en las que esto se puede hacer y seguir los protocolos. Cuando no es posible establecer protocolos de actuación, lo que tienen que hacer es fijar unas pocas líneas rojas de cosas que no se pueden hacer. Se puede hacer de todo menos esas cosas que están terminantemente prohibidas. Y están prohibidas porque hacerlas pondría en alto riesgo a la empresa.
Los riesgos estratégicos son los que se incurren cuando se persigue una oportunidad por los potenciales beneficios que puede dar, pero que se sabe de antemano que la estrategia podría fracasar. Sin embargo, el potencial beneficio compensa asumir el riesgo del fracaso. La figura del abogado del diablo. El pre-mortem análisis, la presentación de la segunda mejor opción, el análisis de escenarios, son metodologías que sirven para abordar estos riesgos estratégicos.
Finamente están los riesgos externos, que son todas aquellas circunstancias sobre la que no se tiene ningún control y sobre las que no se puede influir. Para abordar los riesgos externos se pueden emplear las mimas técnicas que para abordar los riesgos estratégicos.