Skip to main content

«Somos evolución. Necesitamos crecer, mejorar»

Por noviembre 9, 2015marzo 4th, 2016BLOG

Entrevista realizada por Rocío Celis (Radio El Día).

Mónica Fusté es Licenciada en Ciencias Económicas y Empresariales y máster en Finanzas Internacionales. Coach y mentora de alto impacto. Dirige el Instituto de SuperAcción. 

Afirma que cree en el cambio porque usted misma lo ha experimentado. ¿Qué lleva a una directora de sucursal bancaria, con un puesto destacado, con estabilidad económica, a dejarlo todo y empezar de nuevo en otra ciudad?

Soy una persona muy aventurera. La pasión, la ilusión por vivir con intensidad es algo que siempre me ha motivado a hacer cambios, explorar, investigar nuevas opciones. Pero más que todo esto, es que desde muy pequeña he sentido un afán de superación muy grande. Cuando llega un momento en mi vida que siento que ya no estoy creciendo al ritmo que puedo, que me estoy conformando en la zona de confort, necesito dar este salto. En mi caso he sido un poco radical –no hace falta ser tan radical-. Este afán de superación, de crecer, de aprender continuamente es lo que a mí me ha impulsado siempre a hacer cambios de todo tipo.

¿Qué es imprescindible para provocar cambios de mejora en nuestra vida personal y profesional y no morir en el intento?

Lo primero es hacer un ejercicio importante de introspección, de autoconocimiento. Es importante que cada persona, cuando se plantea un cambio, tenga muy claro cuáles son sus valores en la situación presente. En mi caso, cada vez que he hecho un cambio de estos ha sido porque mis valores han cambiado. Por lo tanto, para mí es muy importante que cada persona, cuando se plantea un cambio, conozca muy profundamente sus valores porque esto es el motor que le ayudará a perseverar y no darse por vencido. Crear una nueva vida o hacer cualquier tipo de cambio supone un gran reto y necesitamos mucha vitalidad y energía, y esto nos lo dan los valores: qué es importante para mí en estos momentos de mi vida, qué es lo me va a llenar o qué voy a conseguir con este cambio. Esto por una parte, la coherencia. Tenemos que ser muy íntegros y congruentes con nuestra esencia, con nuestro ser que por supuesto va cambiando. En las diferentes etapas de nuestra vida vamos cambiando nuestros valores, nuestras prioridades. Por esto es importante hacer un ejercicio de introspección, dedicar siempre un tiempo para uno mismo e ir cuestionándose el estilo de vida o la situación actual tanto personal como profesional. Por otra parte, creo que todos los humanos en el fondo tenemos el deseo de ser mejores personas, es algo inherente a nosotros mismos. Somos evolución, necesitamos crecer, mejorar. Estamos aquí para vivir. Esto tiene relación con la congruencia que decía antes. Cuando uno se conoce y sabe qué es esta evolución, entonces ya no se resiste al cambio natural. Es una cuestión de saber quiénes somos, para qué estamos aquí. Desde mi punto de vista, cuando una persona no cambia mucho, -dicho de otra manera: se estanca a nivel personal y profesional- se está resistiendo a una necesidad inherente y al cambio natural.

Se ha referido a su propio cambio como un “cambio radical”. Cuando se está dispuesto a dar saltos tan vertiginosos, ¿cuál es la frontera entre la valentía y la temeridad?

Es verdad que he sido muy radical, pero como buena economista que soy siempre he hecho antes una buena planificación financiera. Y con esto quiero decir que aunque he saltado al vacío en mi vida tres veces radicalmente, dejando todo, sí tenía ahorros suficientes como para vivir mínimo un año sin ingresar ningún dinero. Creo que el límite, la frontera entre la temeridad y la valentía es hacer una buena planificación por un parte financiera, económica. Y por otra parte, hay que tener en cuenta también el impacto que este tipo de decisiones radicales va a crear en nuestro entorno, nuestra familia, las personas con las que interactuamos continuamente. Cuando uno tiene en cuenta las consecuencias tanto a nivel familiar como a nivel económico, para mí ya no es temeridad, es más valentía. Pero por supuesto es importante tocar con los pies en el suelo, ser realista. Hay que tener en cuenta que emprender un negocio o crear una nueva vida, requiere un tiempo, no se hace en cuatro días. Por eso uno tiene que protegerse, tener esta red para poder afrontar cualquier adversidad que pueda venir.

Usted dice que arriesgarse al cambio tiene ventajas. ¿Qué ventajas?

Toda la ventaja para mí es que el cambio es vida, es nuestra necesidad. Quiero hacer aquí un inciso importante. Tampoco se trata de estar cambiando continuamente porque todo en la vida es un equilibrio. El cambio es bueno y es lo que hay que hacer cuando una persona se encuentra en una situación desmotivada, apática, que ya no está creciendo, que no siente la pasión, la ilusión por la vida o que ha perdido un poco el sentido de su vida. Entonces, sí que es momento de cambio. Sin embargo, una persona que vive cada día con ilusión, con entusiasmo, que siente que está aprendiendo con lo que está haciendo…, en esta situación no hace falta cambiar radicalmente. Es encontrar siempre el equilibrio. Las situaciones en las que uno se siente realmente estancado y se resiste por miedo, éstas son las situaciones en las que la mejor inversión es el cambio.

¿Y cómo se callan esas voces interiores que nos desaniman a los cambios de mejora?

Primero hay que tener muy claro que lo único que nos impide o nos provoca esta
resistencia son miedos programados. Todos tenemos una programación mental que
forma parte de cómo funciona nuestra mente. Nuestra mente tiene un mecanismo de supervivencia que tiene la función de protegernos, por eso ante todo lo que es desconocido y ante la incertidumbre, la reacción automática es la protección, evitar, huir, resistirnos. Por tanto, la primera herramienta es tomar consciencia de este funcionamiento mental programado que tenemos todos y que no significa que no
podamos actuar de otra manera. Una cosa es reaccionar automáticamente y la otra es actuar con consciencia, eligiendo. Para hacer esto es muy importante el enfoque mental. Si uno se enfoca, por ejemplo, en lo que va a perder o en las peores circunstancias que puede vivir, es muy probable que esto le paralice aún más. ¿Qué tenemos que hacer entonces? Entrenar la mente para enfocarnos en los beneficios que vamos a conseguir siendo valientes y aprendiendo en estos cambios. Hay que tener una visión más a largo plazo y apostar por uno mismo. A mí una de las cosas que – parece una tontería- me ha servido mucho, ha sido cambiar la palabra incertidumbre (solo de pensar en la incertidumbre que suponía hacer estos cambios de vida sentía el miedo en mi cuerpo) por la palabra libertad. La incertidumbre para mí es libertad, es la vida en sí. Tenemos que tener en cuenta que cada palabra lleva asociada una emoción, un estado. Hay palabras que nos impiden, que nos hacen resistirnos, como puede ser la incertidumbre que automáticamente nos crea miedo. Una técnica sería empezar a corregir el lenguaje y empezar a hablar de beneficios, retos, vida con sentido, crecimiento, plenitud…, palabras que nos impulsan a hacer estos cambios.

Ha compartido su experiencia y sus técnicas en un libro que tituló SuperAcción. ¿Qué es la “superacción”? ¿Para qué sirve?

La “superacción” es la acción consciente, es la acción que uno decide voluntariamente. Dicho de otra manera, no es una reacción automática, repetitiva, que no nos saca del círculo vicioso en el que a veces nos metemos y no salimos de este confort, sino que es una acción que en el momento uno elige tomar. Para mí la “superacción” es la acción que nos convierte en nuestra mejor versión. Cuando uno “superactúa” se va convirtiendo cada vez más en su mejor versión, y así va avanzando y creando su vida ideal.

Ante la frustración de millones de desempleados o de gente a la que no le queda más remedio que aceptar un trabajo que no le gusta pero es el que le proporciona ingresos, ¿cuál es la posición: “mandan las circunstancias” o “yo puedo mandar”?

Estoy convencidísima, ya llevo casi siete años acompañando a personas en procesos de cambio: siempre uno puede cambiar su situación. No somos víctimas de las circunstancias sino que uno puede asumir la responsabilidad de su situación y puede cambiarla. Esto siempre es así, por más complicado que pueda parecer. Cada uno tiene su situación particular y es verdad que a veces no es fácil, pero la actitud de víctima, de conformarse, de “mira yo tengo estas circunstancias y no puedo hacer nada”, es un error porque esto sí nos quita el poder. Aunque una persona necesite mantener un trabajo que no le llena, que no es lo suyo, para pagar las facturas a final de mes para mantener su familia, esto no significa que no pueda a largo plazo cambiar su situación. ¿Representa un sobreesfuerzo? Sí, por supuesto. Lo más fácil es no hacer nada, pero si quiere, puede seguro. Y esto es fácil de entender porque si otra persona lo ha conseguido, y en este mundo siempre encontraremos a alguien en situaciones muy adversas que lo han conseguido, es porque cada uno puede. Es una cuestión de voluntad, de valores y de estar dispuesto a pagar el coste que supone hacer este cambio, nada cae del cielo. En realidad, creo que el mayor problema, más que ser víctimas de las circunstancias –que repito, no lo somos- es no estar dispuesto a pagar el coste que esto supone.

Usted ha vivido en países anglosajones que están a la vanguardia de las nuevas formas de organización del trabajo y de cómo afrontar cambios de mejora en las organizaciones. ¿Cómo está España en esta materia, en comparación con Estados Unidos o Inglaterra?

En mi opinión estamos muy por detrás de las culturas anglosajonas. He estado años trabajando día a día con personas de muchos países –también de la Unión Europea- y la gran diferencia es la actitud. En España aún tenemos una actitud muy victimista, poco emprendedora. Nos da miedo emprender, arriesgarnos. Nos enfocamos más en el miedo, mientras que en esas otras culturas es al contrario. Las personas se atreven a emprender, a cambiar. Y pase lo que pase, no se preocupan de lo que suceda porque solo el hecho de cambiar o emprender ya lo ven como algo positivo. Es totalmente diferente.

Deja tu comentario