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Victoria Camps: «La responsabilidad social corporativa fue el inicio de la toma de conciencia ética en la empresa»

Por junio 27, 2022mayo 26th, 2023BLOG, Destacados

Catedrática emérita de Filosofía Moral y Política, Victoria Camps subraya el “valor transversal de la ética”. Premio Internacional Menéndez Pelayo por su magisterio filosófico, la profesora Camps ha recogido su pensamiento en numerosas obras, entre ellas, Virtudes Públicas (Premio Espasa de Ensayo), El gobierno de las emociones (Premio Nacional de Ensayo) o más recientemente La búsqueda de la felicidad y Tiempo de cuidados ya en plena pandemia. Con su reflexión nos adentramos en el territorio de la ética y las organizaciones profesionales.

Rocío Celis. Periodista y socióloga

¿Qué se entiende por ética?
No es fácil de contestar de forma sucinta, aunque todos hablamos más intuitivamente de aquellos principios, valores o deberes -la ética trata básicamente de deberes- que debieran orientar nuestro comportamiento allí donde estemos, tanto en el ámbito privado de relaciones personales como en las organizaciones profesionales, en la empresa, en el trabajo… Y también como ciudadanos y ciudadanas que tienen un compromiso público respecto a todo aquello que es común, que es de todos y que hay que cuidarlo y protegerlo.

¿Qué papel debería jugar la ética en estos tiempos agitados?
Cuando hablamos de ética nos referimos a lo que debe ser. Siempre digo que la reflexión ética parte de una insatisfacción que es la que nos produce una realidad que nunca se ajusta del todo a los parámetros valorativos que pensamos que deberían regir el comportamiento humano y nunca acaban de hacerlo del todo. A veces no solo no acaban de hacerlo, sino que ni siquiera empiezan a regir ese comportamiento. En ocasiones, esos valores se trasgreden de entrada de una forma muy clara. Por eso, la insatisfacción es siempre connatural a la reflexión ética y esto es lo bueno. Mientras haya esa insatisfacción quiere decir que tenemos por lo menos unos ideales claros y que hay una cierta esperanza de que podamos mejorar.

¿También hay un lugar para la ética en la empresa?
En la empresa y en todas partes, insisto. La empresa ya tomó bastante conciencia ética cuando se empezó a desarrollar eso que se llamó «responsabilidad social corporativa», que era un intento de sensibilizar a la empresa socialmente. La palabra «ética» aquí no aparece, pero venía a decir que la empresa tiene un objetivo que es ganar dinero, tener beneficios y eso es muy legítimo, y al mismo tiempo tiene una responsabilidad social que tiene que ver con salarios equitativos, con la no discriminación entre hombres y mujeres, con la protección del medio ambiente… Es decir, todo lo que hace y que tiene una repercusión social le genera un compromiso, una responsabilidad que tiene que asumir y de la que tiene que dar cuenta. Creo que por parte de las empresas ese fue el inicio de tomar conciencia ética.

…La ética no está reñida con la cuenta de resultados.
No, no está o no debe estar reñida con la productividad. Lo que hay que decir es que la productividad no tiene que ser el único fin. Hay que valorarlo en función de producir más, que es lo que toda empresa busca, pero al mismo tiempo que esa producción reconozca, proteja, atienda una serie de obligaciones que todo ciudadano tiene: empresarios y quienes conforman la empresa, sobre todo los cargos más importantes que son quienes lideran el funcionamiento de la misma.

 

“Sin una imagen ética de la empresa, tampoco funciona la productividad”

 

¿Por qué le interesa a la empresa tener esa visión ética?
No debería tener otra ventaja que la de cumplir con el deber, con la obligación de todo ser humano. Como dice el filósofo Kant, cuando nos preguntamos “¿debo hacer esto o no debo hacerlo?” -algo que nos cuestionamos porque forma parte de nuestra naturaleza como seres racionales-, no deberíamos eludir la pregunta. Hoy estamos muy habituados a preguntarnos “¿por qué tenemos que hacer esto? ¿para qué sirve? ¿qué ventaja me reporta? ¿qué interés satisface?”. Vivimos inmersos en una economía de mercado donde todo se valora por ese aspecto más mercantil y no solo por el valor más espiritual o social. Ha llegado el momento en que la empresa que no actúa éticamente al final tampoco funcionará bien productivamente, la sociedad la rechaza. La empresa tiene que contar con el consumidor, es decir, quién compra el producto y cómo se han llegado a producir esos bienes para poderlos valorar adecuadamente. Creo que hay un retorno que la empresa empieza a tener en cuenta: si no da una imagen ética, no funciona tampoco la productividad. Otra cosa es cómo se busca esa imagen ética y si es pura propaganda. Pero bueno, finalmente también hay que pensar que los consumidores son inteligentes y cuando algo funciona muy mal acaban dándose cuenta.

Oímos también hablar de un concepto escurridizo: felicidad en la empresa.
Es escurridizo porque eso ¿cómo se mide? Hay indicadores de felicidad que se han ido consensuando. Toda empresa y toda organización quiere que quien trabaja allí esté contento y que la gente trabaje a gusto. Esto puede ser también una obligación ética, conseguir que los profesionales sean felices empezando por una retribución que sea justa, equitativa. Eso es lo primero que pide cualquier trabajador.

¿De qué depende que los valores éticos en las organizaciones puedan mantenerse en pie?
De la voluntad de hacer las cosas bien hechas, una voluntad que es individual y también colectiva. Allí donde hay voluntad de hacer las cosas bien hechas se puede crear un clima donde existe una autoexigencia colectiva. Muchas empresas tienen códigos éticos, es importante que estos códigos no estén escondidos en un cajón una vez elaborados, sino que haya un control, una supervisión de si realmente aquello se lleva a cabo como se pensó en principio. Y tiene que haber también controles externos. Por ejemplo, las empresas están elaborando planes de igualdad porque se reconoce que existe una brecha salarial que discrimina a las mujeres o que no existe obligación de procurar que se pueda conciliar vida familiar y jornada laboral. Ahí tiene que haber también un compromiso de la empresa. Requerir que existan esos planes de igualdad y que se ejecuten bien se puede hacer con normativa y legislando.

 

“La ética organizacional y la ética individual tienen que confluir”

 

¿Puede haber una ética organizacional sin una ética individual?
Tienen que confluir. Hay una ética que se llama «la ética de las virtudes» -a mí me gusta mucho hablar de ella- que tiene que ver más con el desarrollo de la persona, en el sentido de ir creando una sensibilidad moral. La persona que es virtuosa tiene una serie de cualidades que hace que su forma de actuar se lleve a cabo con valentía, justicia, prudencia, moderación…, en fin, con todas las virtudes a las que a lo largo de la historia del pensamiento se les ha ido dando nombre y se han considerado importantes. Eso tiene que ver con cada persona, cada una desarrolla una forma de ser que puede ser más o menos ética. Si esto está verdaderamente asimilado, cuando las personas pertenecen a una organización eso se traduce en su manera de trabajar sea cual sea la posición que ocupan en la organización. En este caso, los códigos que la organización se puede haber autoimpuesto se cumplirán mejor porque la persona está más dispuesta a cumplirlos.

¿Cuál es la manera de evaluar los principios éticos?
Hay procedimientos en las mismas negociaciones colectivas que ya son una forma de evaluar. Y sobre todo, hay una forma de evaluar que consiste en denunciar aquello que se hace mal. A veces es muy difícil decir cuál es el comportamiento ejemplar o cómo habría que hacer las cosas para hacerlas bien, pero no es tan difícil denunciar aquello que claramente se está haciendo mal. Por ejemplo, si un hombre y una mujer ocupan el mismo puesto de trabajo y cobran un salario distinto en detrimento del salario de la mujer, obviamente eso no debe ser así si no hay una razón muy clara que lo justifique. Hay maneras de poner en evidencia lo que no es ético y que muchas veces no es legal. Cuando algo transgrede principios, normas y derechos fundamentales empieza por ser ilegal.

¿Ha oído hablar de la demanda de profesionales de la filosofía para abordar estas cuestiones?
Lo de la demanda me lo creo poco. Sí se dice que hacen falta filósofos porque tienen capacidad de analizar conceptos, razonar, argumentar…, y que eso a la empresa le puede ir bien, pero no sé hasta qué punto se ficha a alguien por el hecho de ser filósofo.

¿Qué puede aportar la filosofía a una organización profesional?
Puede aportar bastante. Sería bueno que a la hora de formarse la filosofía estuviera más presente en muchas disciplinas. A un filósofo que solo sabe de filosofía le faltarán competencias, habilidades y capacidades para hacer otras cosas, no puede ser ingeniero por ejemplo, porque necesita otra formación. Pero que un ingeniero sea a la vez filósofo, pues quizás sí le ayuda a actuar mejor y a ser un mejor ingeniero.

¿Habría que reformular la concepción de ética?
Sí, pero mezclándola con otras cosas. Si solo hablamos de ética parece que es como una disciplina aparte que ayuda poco. Hay una palabra que utilizamos mucho, pero que no tiene un uso muy efectivo que es «transversalidad». La ética es típicamente transversal, hay que planteársela a todas horas, en todos los casos y en todas las circunstancias. La pregunta “¿qué debo hacer?” debería plantearse más a menudo, en lugar de actuar a veces sin pensar si lo que se va a hacer o se va a decidir realmente es correcto, no lo es o hay alternativas más correctas. Esto es lo que debería estar más presente.

¿Cómo cree que evolucionará la ética en el siglo XXI?
No hemos empezado bien, ha habido muchas crisis. Estamos en medio de una guerra que no tiene visos de acabar pronto. Lo que nos muestran estos años que llevamos de siglo es que mucho progreso ético parece que no ha habido, más bien ha habido peligro de retroceso. Sí creo que a lo largo de la historia de la humanidad ha habido un progreso ético claro: tenemos más democracia, la lista de Derechos Humanos ha ido creciendo, reconocemos más la igualdad de las personas -aunque sea más en la teoría que en la práctica-…, es decir, hemos ido avanzando. Espero que sigamos haciéndolo en ese sentido y que al final del siglo podamos decir que sí, que ha habido un cierto progreso. Yo escribí un libro que se llama El siglo de las mujeres en el que ponía de manifiesto cómo la revolución de la mujer empezó en el siglo XX y debería culminar en el siglo XXI. Es decir, sería bueno que al final del siglo XXI no hubiera que hablar de feminismo porque ya estuvieran conseguidas las reivindicaciones feministas. Esperemos que sea así.

Está usted esperanzada.
Sí, yo tiendo a tener esperanza porque si no, no me hubiera dedicado a la ética.

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