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“No ganar no significa perder”

Por mayo 23, 2022junio 28th, 2022BLOG

¿Qué significa competir? ¿Cómo se mantiene el compromiso con un proyecto emprendido? ¿Qué es ganar y qué es perder? Hemos conversado con Teresa Perales, Premio Princesa de Asturias de los Deportes. La nadadora paralímpica es la deportista más laureada de la historia en España: 27 medallas. Una neuropatía la desafió con 19 años y a partir de ahí construyó una vida fértil basada en la superación personal que la ha convertido en un icono más allá del deporte. Ha competido en cinco Juegos Olímpicos, ahora le espera París 2024.

Rocío Celis, periodista y socióloga

En su discurso en la concesión del Premio Princesa de Asturias nos dijo que va “con una silla pegada al culo” y que eso solo es una circunstancia, nada que le haya impedido construirse una buena vida. ¿Qué hay que hacer para enfocarse en lo que de verdad vale la pena?
Para todo en la vida, el primer paso es tener ganas de hacerlo, desearlo de verdad y comprometerte en serio. No solo vale pensarlo en pequeñito. Si te soy sincera, nunca he hecho las cosas de manera premeditada. No me levanté un día y dije “voy a superar esto y a partir de ahora todo va a ir fenomenal”. Simplemente me dejé llevar en la vida y aproveché los buenos momentos y las oportunidades que me iban llegando. Básicamente ese ha sido mi recorrido.

Una neuropatía le ocasionó una lesión definitiva con 19 años. ¿Cómo vivió ese viraje de la vida?
Como todas las veces que perdemos algo que queremos. Da igual si perdemos a un familiar, un proyecto o algo que sea importante para nosotros. Pensamos que el duelo se produce solamente cuando fallece un ser querido y no es así, el duelo lo vivimos en distintos momentos de nuestra vida y por distintas circunstancias. Yo también viví mi duelo. Estaba acostumbrada a caminar de pie, hacer mi vida de una manera mucho más sencilla y de pronto tuve que coger una silla de ruedas, aprender a caminar distinto, a vestirme de una forma más incómoda… Al principio era un recordatorio constante. Tuve que aprender a ponerme delante de las personas que me miraban de forma diferente, lastimera, condescendiente…, y hacerles ver que yo iba en silla de ruedas, pero que tenía vida por delante. Esto, añadido al reencuentro con mi propio cuerpo, te hace vivir un duelo con todas las etapas. Luego, no hay un día concreto que dices “a partir de ahora levanto cabeza y sigo adelante”. Simplemente surge. Obviamente tiene mucho que ver el carácter de cada uno. Yo soy una persona muy risueña, con muchas ganas de ser feliz y de contagiar, en la medida de lo posible, mi propia felicidad. Supongo que eso influyó en que no tardara tanto en superar las etapas de duelo.

Usted creyó que no podría nadar. ¡Cuánto cambiaron las cosas!
Yo pensaba que no iba a ser capaz de nadar nunca porque siendo pequeñita a mis padres le dijeron: “Uf, mejor que la niña haga otro deporte, nadar nunca va a ser lo suyo”. Cuando tenía 4 o 5 años no me gustaba nadar, me costaba mucho, me faltaba la madurez de mi cuerpo y era difícil pensar en aquellos momentos que algún día llegaría a ser nadadora. A los pocos meses de quedarme en silla de ruedas me tiré a la piscina con un chaleco salvavidas. Entonces vi que era capaz de flotar, aunque confieso que jamás pensé que llegaría a ganar medallas. Pero soy peleona por naturaleza, me gusta disfrutar de las oportunidades que brinda la vida -aunque conlleve riesgos y esfuerzos-. Eso es lo que hice y mira, me fue bastante bien. (risas)

 

“Yo lo que quería era sentirme orgullosa y para eso tenía que intentarlo”

 

En su libro he subrayado: “no soy de las que piensan que el tren pasa solo una vez”.
En la vida pasan muchísimos trenes. La mayoría de las veces no nos atrevemos a subirnos a esos trenes por miedo, porque subirte a un tren requiere esfuerzos. Acoger la oportunidad con los brazos abiertos conlleva ponerte las pilas, te tienes que comprometer. Hay quien saca la carta comodín de los límites: “es que no puedo, es que esto es imposible para mí…” Eso es mucho más cómodo, simplemente lo dejas de lado y ya está. Sin embargo, cuando tienes la oportunidad y te subes a ella tienes que trabajar, desarrollar tu creatividad…, hacer un montón de cosas. Y es mucho más bonito hacer ese montón de cosas, aprovechar las oportunidades y llevarte grandes sorpresas. Esto también me lo ha enseñado la vida, las grandes sorpresas que descubres cuando te has lanzado a la piscina.

¿Cómo superó sus miedos?
Queriendo hacerlo. A veces es cuestión de tiempo, a veces es cuestión de exposición continua a esa misma situación que te atemoriza, y casi siempre es que no queda más remedio. Yo no podía evitar lo de la silla de ruedas, entonces solo tenía dos posibilidades: O quedarme en casa, hundirme en la miseria y ser la protagonista de un drama. O sacar pecho, salir a la calle, intentar transformar esas miradas de pena y retomar las riendas de mi vida. Desde tan jovencita ya aprendí que para afrontar el miedo lo mejor era hacerlo de golpe y porrazo. Y luego, a lo largo de mi carrera deportiva, me ha venido muy bien porque en momentos de bajón, en momentos de dudas he recordado lo que hice siendo más joven afrontando esos miedos personales, y me he enfrentado a los miedos en el deporte compitiendo en pruebas mucho más difíciles para mí y que me suponían un reto mayor. Me decía “si soy capaz de superar esto, podré con lo siguiente”.

¿Querer es poder siempre? ¿Y cuando no se puede?
A veces sí que es verdad que parece imposible y que por más que haces, aquello no va a resolverse como quieres. Pero con el paso de los años he aprendido que hay que ser paciente. La mayoría de las veces queremos correr antes de andar. Y primero tenemos que aprender a andar, hacerlo despacito, correctamente, y luego ya seremos capaces de correr. En el deporte, desde fuera alguna vez me han dicho “es imposible, no lo vas a lograr”, incluso yo misma en algún instante de debilidad he caído en pensar eso. Tres meses antes de los Juegos de Tokio en 2021 tuve una luxación en el hombro bastante grave. Era una lesión muy importante que hacía pensar a todo el mundo que era imposible que pudiera competir, pero yo casi siempre pensé que no era imposible. La vida me demostró que no me equivocaba, que era cuestión de persistir, tener mucha paciencia y querer mucho.

Mm
La idea que tengo y forma parte de mi filosofía de vida es “siéntete orgullosa en el camino”. Yo lo que quería era sentirme orgullosa y para eso tenía que intentarlo. Si me rendía me iba a arrepentir toda mi vida porque siempre me habría preguntado “¿y si lo hubiera intentado?” Yo no quería enfrentarme a esa pregunta. Prefería decir “si se me sale el hombro, ya lo volveré a meter; si se me lesiona más, ya me lo arreglarán, pero yo lo que quiero es intentarlo”. Eso fue lo que hice y gané una medalla de plata. Cuando le digo a la gente lo de “querer es poder”, lo digo con conocimiento de causa, no lo digo para animar. A veces tú quieres y no puedes todo lo que quieres en este momento, pero hay que tener paciencia y trabajar mucho.

 

“Cuando comprendí que la competición era un regalo, empecé a vivirla de manera más plena”

 

Ha participado en cinco Juegos Olímpicos, lleva compitiendo 25 años ¿Cómo entiende usted la competición?
Mi forma de verlo ha ido cambiando con el paso del tiempo. Al principio era fuerza bruta, el cuerpo podía con todo. Con los años me di cuenta de que tenía un regalo maravilloso que no estaba al alcance de todo el mundo. No todo el mundo tiene la oportunidad de competir en unos juegos, intentar subir a un podio y escuchar el himno. Esto fue un cambio muy importante en la forma de entender la competición y empecé a vivirla de manera más intensa, más plena y desde luego, muchísimo más bonita. Fue un descubrimiento entender la competición como una oportunidad de crecer, de demostrar que había mejorado, de demostrarme a mí misma que todavía seguía ahí y entenderla como una recompensa a un trabajo, ganara o no ganara. Es decir, tener presente que si lo intentas, siempre ganas algo. Que no ganar, no significa perder.

¿Y qué es perder?
Cuando era tan difícil que ni me molestaba en intentarlo o cuando me rendía. En esas dos hipótesis yo sentía realmente que eso era perder. Y de hecho el fracaso yo lo entiendo como no intentarlo o rendirte. Todo lo demás, no. Así que me he quitado de en medio la frustración, estoy mucho más tranquila y disfruto mucho más. Y a eso se fue añadiendo además el orgullo. No el orgullo por ganar medallas, sino por haber conseguido llegar hasta allí.

Usted le da mucha importancia al porqué hace las cosas, ¿no?
Son importantes las reflexiones personales y que en ese porqué siempre estemos como protagonistas. Desde el momento en que somos nosotros los que escribimos nuestros propios guiones, nos sentimos más felices, incluso más seguros. Cuando alguien toma las riendas por nosotros somos dependientes y luego no vale quejarse. Y sí, claro que cuando algo no te gusta te tienes que quejar, pero no te puedes quedar solo con la queja. Tienes que hacer algo más. Si quieres que las cosas cambien, tienes tú que provocar el cambio. Así habrá al menos una posibilidad de que el cambio sea como tú quieres.

Cuéntenos en qué consiste su teoría del espiralismo.
Llamarlo teoría es un poco pretencioso, pero es verdad que la registré como una teoría. (risas). Surgió de una manera muy boba. En una entrevista me preguntaron por qué sonreía siempre, en la pregunta venía implícita la idea de “si estás en silla de ruedas y tienes tantas dificultades, ¿qué motivos tienes para ser feliz?”. En mi respuesta dije que cada persona tiene que crear su propia espiral de optimismo y felicidad, es decir, que depende de ti. Mi teoría es que somos protagonistas de nuestra propia felicidad, o sea, que pongamos a nuestro alrededor lo que necesitamos para ser felices y que desechemos lo que no nos da felicidad. Muchas veces acarreamos demasiadas piedras en la mochila, no nos atrevemos a deshacernos de ellas o nos las imponen y no sabemos decir que no. Así que tengo que pensar que soy el centro de la espiral y que pongo a mi alrededor solamente lo que me interesa para ser feliz. Eso no es ser egoísta. Ser feliz es el mayor acto de generosidad que puedo tener con la persona a la que quiero o con la que ni siquiera conozco.

¿La veremos en los Juegos de París 2024?
Ojalá, esa es mi idea. 2022 ha sido de reajuste tras la intensidad del año paralímpico. Tengo que pasar por quirófano para resolver la lesión de hombro, que me hagan chapa y pintura y espero volver en mejores condiciones que me permitan llegar a los Juegos de París. Tengo una batalla importante contra mí misma poque quiero conseguir dos medallas más para superar a Michael Phelps. ¡Aunque ya me conformaría hasta con igualarle! Haré todo lo que esté en mi mano, que no me quiten lo bailao, que pueda seguir disfrutando de competir y con eso ya voy bien.

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