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Mujeres y comunicación: «lo peor que puede pasar es que nosotras mismas no nos postulemos»

Por enero 11, 2022abril 7th, 2022BLOG

TERESA BARÓ
Formadora experta en Habilidades de Comunicación, conferenciante internacional, empresaria y autora de 7 libros.

Domina las claves del lenguaje verbal y no verbal. Su tarea consiste en ayudar a otros profesionales a ser mejores comunicadores. Tras un largo proceso de observación impartiendo docencia en habilidades comunicativas, Teresa Baró dirige ahora su mirada específicamente a las mujeres. Su último libro titulado Imparables. Comunicación para mujeres que pisan fuerte [editorial Paidós] recoge las técnicas de comunicación que ha enseñado a miles de mujeres. Más allá de ofrecer un manual de consulta, Baró propone ahondar desde la comunicación en la cultura de la igualdad y el liderazgo.

Rocío Celis, periodista y socióloga

¿Las mujeres necesitamos consejos específicos en comunicación, que no precisan los hombres?

Sí. Y los hombres también necesitan otros consejos específicos. Lo que pasa es que este libro está pensado para que lo lean, sobre todo, las mujeres. Muchas veces, nosotras nos encontramos con limitaciones. Es cierto que eso es atribuible a factores externos -la sociedad, las empresas…-, pero también hay una parte de la que no somos conscientes nosotras mismas. Es importante tomar consciencia de que los cambios en la actitud y en el estilo de comunicación nos pueden comportar muchos beneficios, especialmente en el terreno profesional.

¿Qué diferencias observa usted?

Por ejemplo, las mujeres solemos tener dificultades para gestionar el tiempo. Nosotras dedicamos más tiempo a la familia y a los asuntos domésticos. Y cuando estamos en el trabajo realizamos tareas que no nos corresponden, no sabemos decir que no, cuidamos a todos los demás, no sabemos cerrar la puerta de la oficina para que no nos interrumpan… Y esto está relacionado con las habilidades de comunicación. La segunda gran diferencia con los hombres es la visibilidad. Creemos que hacer muy bien nuestro trabajo en un rinconcito se nos va a reconocer siempre, y esto no es así. Hay personas que triunfan o ascienden en la jerarquía profesional porque saben hablar bien de sí mismas. Las mujeres tenemos que ponernos en valor. Esta es una de nuestras grandes carencias, lo he visto muchas veces en mujeres brillantísimas que no tienen el reconocimiento que merecen.

¿Nos expresamos las mujeres de forma distinta en el espacio público y en el espacio privado?

Deberíamos expresarnos de forma distinta. Hay un estilo de comunicación femenino y otro estilo de comunicación masculino que viene dado, no por una capacidad diferente, sino por la socialización. A las mujeres nos han educado para ser dulces, no ser amenazadoras o autoritarias en nuestro estilo de comunicación porque en la sociedad tradicional quien tiene la autoridad es el hombre. Por eso se nos enseña a no mandar directamente, sino a ser más diplomáticas, de forma que parece que dudamos, no afirmamos rotundamente. Cuando nos expresamos así entre amigas, no pasa nada porque todas hablamos el mismo lenguaje. Sin embargo, en medio de la competitividad entre compañeros en una empresa, los hombres están más acostumbrados a decir las cosas de manera rotunda y a defender sus opiniones e intereses. Mientras, nosotras somos muy prudentes. Así que si no cambiamos el estilo puede parecer que no estamos seguras de lo que decimos o que somos débiles en el liderazgo.

Estereotipos de género, ¿no?

Sí, es lo que pasa todavía a la mayoría de la sociedad y lo que queremos cambiar. He tenido casos de mujeres muy preparadas, feministas o trabajadoras por la igualdad en ONG, a las que les ocurre esto. Es muy difícil borrar del todo estos estereotipos, los llevamos grabados desde hace milenios.

 

«Somos tal y como nos expresamos»

 

¿La comunicación es esencial entonces para construir la cultura de la igualdad?

Sí, para mí es fundamental porque al final somos tal y como nos expresamos. Es decir, nuestra expresión acaba siendo un reflejo de nuestra actitud. Si cambiamos nuestra forma de comunicarnos, seremos más conscientes de cómo nos relacionamos y tratamos a los demás. Por eso es importante que este libro lo lean también los hombres. Si lo leen, podrán ser corresponsables de este cambio de estilo en pro de la igualdad de manera que la comunicación y el liderazgo no dependan del género, sino de la valía de la persona.

¿Y por dónde empezamos a cambiar esto?

Por tres grandes áreas. Primero, por la gestión emocional. Conocer las propias barreras, las creencias limitantes. Por ejemplo, el síndrome de la impostora (creer que no te mereces el éxito) o el síndrome de Solomon (miedo a brillar).

¿Por eso en este libro partía usted de la hipótesis: “es posible que a veces nosotras mismas nos coloquemos el techo de cristal”?

Así es. No nos podemos culpar por ello, esto debe quedar claro porque nosotras somos las primeras víctimas. Pero es cierto que tenemos unos patrones adquiridos involuntariamente mediante la educación que nos frenan en momentos determinados. A veces, renunciamos a posibilidades de promoción por miedo a no dar la talla, mientras los hombres están educados para aceptar todo tipo de retos. Además, a ellos se les promociona por la posibilidad que tienen de éxito. A las mujeres, sin embargo, se les exige que lo hayan demostrado antes, lo cual es injusto. Pero lo peor que puede pasar es que nosotras mismas no nos postulemos.

¿Y las otras dos grandes áreas de cambio?

La segunda es la gestión del tiempo. Tenemos que aprovechar mucho más el tiempo para conseguir nuestros objetivos. Y la tercera es la visibilidad. Por ejemplo, muchas mujeres publican en redes sociales sus fotos o el libro que están leyendo, en cambio no están en plataformas profesionales donde pueden dar a conocer su biografía, el currículum académico y donde pueden hacer contactos valiosos o encontrar mejores trabajos. A las mujeres les cuesta más opinar, ofrecer contenidos propios o publicar que han ganado un premio.

Denos algunas claves para diseñar la propia marca personal.

Hay que tener objetivos claros y saber dónde queremos llegar, ser ambiciosas. Nos dijeron que los hombres eran los que ganaban dinero y que ser ambiciosa era algo feo y esto nos limita, aunque no queramos. En ocasiones nos conformamos con cargos intermedios o con un trabajo que nos guste y nos dé un sueldo. Hay que mirar alto y planificar. Cada semana deberíamos dedicar un tiempo a trabajar una marca personal sólida, con prestigio, es decir, elegir bien en qué medio y sectores ser visible -no hay que estar en todos-, optimizar de forma inteligente nuestros recursos y hacernos visibles no solo en el exterior, sino empezando por la propia organización, crear nuestra marca dentro de la propia empresa.

¿Cómo?

Tenemos que hablar en las reuniones, opinar, participar en nuevos proyectos… Hay muchas formas para ganar presencia dentro de la propia organización y ganar también un nombre ligado a unos valores, a una excelencia. Esto lo doy por supuesto en una mujer. Las mujeres trabajamos mucho, somos muy exigentes con nuestro trabajo y la calidad de lo que hacemos. Lo que tenemos que hacer es vender ese trabajo.

 

«La comunicación es la base de las relaciones humanas y no hay liderazgo sin estas relaciones»

 

¿Qué es para usted una comunicación de calidad?

La que realmente conecta a dos o más personas. Si el resultado de la comunicación es un monólogo, aquí no hay calidad. La persona o la empresa -en el caso corporativo- habla en una sola dirección y no sabemos qué impacto puede llegar a tener. Sin embargo, la comunicación de calidad es la que respeta a los demás, la que se interesa por lo que hacen las otras personas y conecta emocionalmente. Para nosotras esto es muy importante también. A veces somos demasiado cálidas, empáticas…, y en el mundo de la empresa hay que saber poner límites.

¿Por ejemplo?

Típico error de directiva: no da feedback claro a su equipo, o da instrucciones de forma tan diplomática que los demás no se enteran de que se trata de una orden. Esto no es comunicación de calidad porque el mensaje no llega correctamente. Pero hay que encontrar el equilibrio porque tampoco produce una comunicación de calidad ser insensibles, déspotas o desagradables. Este punto de equilibrio se llama asertividad.

Háblenos de la asertividad.

Es algo que todos tenemos que conseguir. Los hombres, a veces, son muy directos, tienen que aprender a decir las cosas de otra manera. Y nosotras también tenemos que poder defender nuestros intereses, opiniones, decir no o ponernos en valor de una forma correcta, que respete al otro y no genere conflicto. Esto es posible con un buen entrenamiento.

¿Usted concibe liderazgo sin comunicación?

No, no lo concibo. La comunicación es la base de las relaciones humanas y no hay liderazgo sin estas relaciones. No se puede abordar un proyecto y gestionar un equipo humano sin comunicación. Como decía Paul Watzlawick, “no es posible no comunicar”. Si por el mero hecho de tener que dar instrucciones, saludar por la mañana o estar presente en un espacio ya estás comunicando, imagínate cuando tienes que motivar, coordinar, gestionar problemas y lidiar con situaciones diferentes y equipos diversos. Cualquier persona que tenga que liderar -de manera formal o informal- necesita habilidades. Cuantas más habilidades tenga, más posibilidades de éxito tiene el proyecto.

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