Skip to main content

«Las grandes oportunidades están fuera de la zona de confort»

Por octubre 8, 2015julio 9th, 2020BLOG

Entrevista a Mario Alonso Puig, médico, especialista en cirugía general y del aparato digestivo, escritor (Madrid, 1955), realizada por Rocío Celis en el programa Recreándonos de Radio El Día.

Si prefieres escuchar la entrevista pincha en este enlace: Clic aquí

Usted enlaza los conceptos “liderazgo” y “felicidad” e insiste en que liderar consiste en ayudar a otros a desplegar sus propias potencialidades. En El cociente agallas incluso señala que hay que buscar maneras de reconocer a los colaboradores o a los clientes, las cosas buenas que nos aportan. ¿Por qué es tan importante contribuir al bienestar de otras personas?

Porque el ser humano es un ser social, es un ser de encuentro y cuando generamos esas condiciones para que las personas se sientan valoradas y reconocidas no solo ayudamos a otros seres humanos a crecer y a valorarse a sí mismos, es que nosotros también estamos creciendo. De alguna manera todos estamos conectados y lo que hacemos en favor de los demás lo estamos haciendo también en favor nuestro. A nivel médico se sabe que cuando se generan estos lazos de conexión emocional propios de ese reconocimiento, de ese agradecimiento, de esa valoración, el organismo produce la liberación de una hormona llamada oxitocina que es excepcionalmente beneficiosa para la salud porque es uno de los grandes protectores del corazón y regula los niveles de los ácidos grasos, entre otras funciones. Nuestra biología responde de una manera muy positiva cuando se dan estas condiciones para el encuentro entre los seres humanos.

El subtítulo de El cociente agallas incide en un mensaje que siempre le acompaña: “sé valiente”, “decídete a cambiar lo que no funciona”. ¿El “cociente agallas” es más poderoso que el cociente intelectual?

Sí, es más poderoso. El cociente intelectual parte de 1912 de William Stern, un científico alemán que quería que se pudiera catalogar o medir la inteligencia con el fin de ayudar a las personas que pudieran tener mayores dificultades para el aprendizaje. Luego se convirtió en un test que parecía que generaba la predicción última de cómo le iba a ir a una persona en la vida. Precisamente por esto me fui yo con los profesores Howard Gardner y David Perkins a Cambridge (Massachusetts) porque ambos, después de años de investigación, demostraron que este test es obsoleto. La inteligencia es sumamente compleja de medir y no solo hay una; al menos hay ocho tipos de inteligencia. Con el “cociente agallas” lo que trato de poner en valor es la importancia que tiene la determinación, la ilusión, el entusiasmo, la confianza, a la hora incluso de generar cambios físicos en el cerebro. Es decir, el mundo emocional y el mundo cognitivo (capacidad de análisis, de aprendizaje…) están enormemente conectados, y una persona ilusionada, entusiasmada, comprometida a la hora de hacer realidad su sueño, activa sin ningún género de dudas, capacidades mentales que muchas veces están dormidas. Por eso, a mí sí me parece que la actitud, el carácter, el “cociente agallas” (la valentía, el arrojo, la audacia…) lleva antes o después a la altitud.

¿Por qué nos resistimos tanto al cambio aunque el cambio sea a mejor?

Porque hay algo que pesa mucho en los humanos, lamentablemente, que es la zona de confort. Nosotros somos capaces de sustituir o intercambiar “control-seguridad” por “libertad”. Y esta obsesión -que ya no es un simple deseo- por controlar las cosas, por lo que es familiar o lo que es conocido, evita que podamos ir más allá de esta zona de confort y explorar nuevas oportunidades porque la sensación de incertidumbre a veces se vive, no ya con miedo, con terror. Y hay que recordar que toda la magia está fuera de la zona de confort. Las grandes oportunidades, las grandes posibilidades están fuera de esa zona. A todos nos pasa –a mí también- que cuando empezamos a hacer cosas nuevas, al principio porque no las dominamos o no tenemos familiaridad con ellas, nos sentimos raros e inseguros. Es normal, es un periodo que se llama “periodo de hundimiento” en el que estamos con un nivel alto de desconcierto. Pero si persistimos y seguimos con la ilusión, muy pronto entraremos en la fase de descubrimiento y empezaremos a ver cosas que antes no veíamos y nos haremos esa pregunta tan típica: ¿cómo es que esto no lo veía antes?

¿Y por qué algunas personas lo ven antes y otras lo ven después o sencillamente no lo ven?

Las personas somos diferentes. Hay personas que tienen desarrollados unos talentos y otras otros. Hay personas que son más audaces y desde pequeñitas se les nota mucho más amigas del riesgo. A otras se les nota mucho más amigas de la seguridad. Todos, en la medida de nuestras posibilidades, podemos crecer, desarrollarnos y aumentar el tamaño de esta zona de confort, a base de incorporar conocimientos y experiencias que a lo mejor antes no hemos tenido. Lo que pasa es que para esto hay que tener mucha ilusión, hay que tener mucho entusiasmo y un punto claro de fe. Si no crees que hay posibilidades para ti, si no crees de verdad que cuando salgas de la zona de confort vas a encontrar nuevas oportunidades, el miedo te tendrá atenazado y no dejará que explores, que vayas más allá. Los que han conseguido superar estos límites, a veces tan estrechos, que nos impone la mente, más que personas valientes han sido personas con una motivación enorme para hacer frente a su miedo. Es decir, no es que no tuvieran miedo, sino que no han dejado que el miedo les parara ante aquello que para ellos era esencial.

Usted se ha adentrado en el liderazgo y el cambio en las empresas. Cuando estas organizaciones se enfrentan a un cambio a gran escala, ¿pueden plantearse una transformación sin un cambio individual en las personas que las integran?

Lo esencial es entender el proceso mental del cambio. Hay veces que cuando uno deja de hacer algo como siempre lo ha hecho, experimenta una sensación de pérdida muy profunda y entra en juego el “proceso del duelo”, como una añoranza por la tierra perdida. En segundo lugar, cuando uno hace un cambio, muchas veces es más consciente de lo que pierde que de lo que va a llegar a ganar. Lo fundamental es que aquellas personas que tienen más influencia –no digo más poder- dentro de una empresa (porque son más ejemplares en su forma de vivir y los demás les prestan más atención porque ven mayor integridad, autenticidad y compromiso) actúen como motores de cambio. Son esas personas que al servir de referencia a otros, van a potenciar el cambio para que éste suceda mucho más rápido. En los procesos de cambio siempre habrá personas entusiasmadas, personas que van “a ver qué pasa” y personas que se van a resistir. Ni mucho menos se quiere decir que todos los cambios sean buenos; algunos cambios no lo son. Pero en aquellos cambios que son necesarios, llega un momento en que las personas que se resisten se dan cuenta de que el no cambiar es una pobre decisión. Lo importante es que lo vean antes de que sea tarde para que puedan poner en marcha los recursos que son necesarios para, poco a poco, adaptarse a una nueva tierra.

Con frecuencia afirma que el futuro no es algo con lo que nos encontramos, sino algo que nosotros creamos. Sin embargo, hay situaciones sobrevenidas en las que no intervenimos. En esos casos queda poco espacio para la creación personal, ¿no le parece?

Es verdad que hay circunstancias muy duras, muy difíciles y para nada se puede banalizar o pensar que el ser humano está por encima de cualquier circunstancia. Lo que sí sabemos es que personas sometidas a circunstancias absolutamente dramáticas han sido capaces, no de cambiar el exterior, no de cambiar lo que les estaba pasando, pero sí de alterar en un cierto grado la manera en que estaban viviendo lo que les estaba ocurriendo. Esto que puede parecer intrascendente, tiene muchísima importancia porque implica que hay un elemento que todo ser humano puede poner incluso en las circunstancias más difíciles que es: cómo voy a tomarme yo esto que estoy viviendo. Me lo voy a tomar como un castigo, como una situación insuperable o me lo voy a tomar como una prueba que tengo que aprender a superar. Dependiendo de cómo una persona se tome las cosas, así el cerebro empieza a operar. Se sabe que aquellas personas que ante circunstancias dramáticas se han dejado avasallar, se han dejado abrumar, el propio cerebro bloquea sus capacidades, por ejemplo la capacidad creativa, y no encuentran ninguna salida a un nuevo espacio de ilusión. Es más, el cuerpo también responde negativamente y puede generar una enfermedad. Sin embargo, aquellas personas que en medio de la dificultad, a pesar del dolor, de la pena, mantienen la fe en que antes o después van a encontrar un camino aunque sea difícil, el cerebro empieza operar de una manera distinta. Hay cambios en el riego sanguíneo y en distintas partes del tejido cerebral y empiezan a fijarse en cosas que antes no se fijaban, empiezan a atreverse a hacer cosas que antes no se habían atrevido. Y por eso, en un mundo en el que solo tenemos una seguridad y es que algún día vamos a morir, esta actitud que no es fácil –no digo que lo sea- de intentar encontrar algo valioso incluso en las situaciones más difíciles, es una de las grandes oportunidades para encontrar recursos donde normalmente no se están viendo.

A la hora de proyectar una idea de negocio o de acometer una empresa ¿qué es más importante: saber dónde estamos o dónde queremos estar?

Para mí lo más importante es saber dónde queremos estar. Saber dónde queremos estar es un trabajo de la imaginación. Saber dónde estamos es un trabajo de la aceptación, de asumir que quizás estamos en un sitio nada ilusionante y que sin embargo queremos ir a un sitio radicalmente distinto. Pero todo empieza con una visión inspiradora, es decir, cuando una persona tiene algo que verdaderamente le mueve, un sueño, un profundo anhelo que de manera muy marcada esté inspirando a ese ser humano a creer que algo que parece imposible pueda hacerse posible, se ponen en marcha distintas capacidades y una de ellas es la capacidad de darte cuenta dónde estás. Por eso, si tuviera que elegir qué es más importante: dónde estás o dónde quieres estar, sin duda elegiría dónde quieres estar.

Hay personas que llevadas por el espíritu emprendedor decidieron afrontar la crisis emprendiendo su propio proyecto, y luego se vieron abocadas en algún momento a abandonar su idea. ¿Qué mata el espíritu emprendedor?

Lo que mata el espíritu emprendedor no es tener fracasos. He tenido la ocasión de estar con grandes emprendedores con proyectos extraordinarios y han tenido multitud de fracasos. Lo que evita que un emprendedor consiga eso que se ha propuesto es su relación con el fracaso. La relación que establecemos con el fracaso es absolutamente clave a la hora de sacar las cosas adelante. El fracaso a nadie le gusta, a todos nos duele, supone un coste de múltiples dimensiones, pero cómo uno se enfrenta ante la posibilidad de fracaso y qué pasa dentro de uno cuando tiene lugar un fracaso es absolutamente determinante. Muchas veces se nos presenta la vida de grandes emprendedores o científicos solo desde la parte glamurosa o bonita del descubrimiento, y se olvida toda la parte de múltiples fracasos, de decepciones o de sentirse incomprendidos. La diferencia entre unos y otros es cómo hicieron frente al fracaso. Yo suelo decir que un vencedor fue en una ocasión un fracasado que nunca se dio por vencido. Esta capacidad de ser inasequible al desaliento es importantísima. Por eso escribí El cociente agallas, para hablar de la importancia del carácter, de la determinación, la persistencia y eso que hoy día se llama con tanta frecuencia resiliencia. Y este es el tema. No es que al final el proyecto no pudiera salir, es que con mucha frecuencia tiramos la toalla cuando no hay que tirarla.

Deja tu comentario