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Inma Puig: «Si uno se siente cuidado, rinde mucho más»

Por noviembre 22, 2022mayo 26th, 2023BLOG, Destacados

Durante quince años fue la responsable de la gestión emocional de los equipos de fútbol y baloncesto del F.C. Barcelona y del proyecto educativo de la cantera en La Masía. Inma Puig ha dedicado su larga vida profesional a investigar el alma de las organizaciones y —como dice ella— “a cuidar de las personas que las integran”. Y en esto continúa: acompañando a deportistas, asistiendo al equipo profesional de Can Roca, y asesorando a empresas familiares y no familiares de distintos países. Psicóloga, impartió docencia en ESADE y es autora de tres libros: Retratos de Familia, todo lo que siempre quiso saber sobre la empresa familiar y nunca se atrevió a preguntar, Tras las viñas y La Revolución Emocional.

Rocío Celis. Periodista y socióloga

Tras su larga experiencia laboral con equipos de alto rendimiento, ¿dónde diría que está la clave para el buen funcionamiento de un equipo de profesionales?
Cuarenta años después he llegado a la conclusión de que, si uno se siente cuidado, rinde mucho más y está mucho más a gusto. Y que la diferencia entre los equipos que funcionan y los que no funcionan reside en todo aquello que no se ve, paradójicamente. Lo que se ve es evidente y es fácil detectarlo e incluso ponerle solución. Pero lo que no se ve marca la diferencia para que un equipo consiga o se acerque lo máximo posible a sus objetivos.

Y lo que no se ve, ¿con qué tiene que ver?
Con las emociones, los sentimientos. Con sentirse escuchado, reconocido. Tiene que ver con saber que hay alguien que te pone límites… Todo esto constituye una amalgama de vivencias que son muy difíciles de describir, pero todo el mundo las siente en el preciso momento en que están sucediendo.

Le he leído que este aspecto emocional es lo principal en una empresa familiar. ¿El territorio de los sentimientos se vuelve más complejo cuando la organización es familiar?
Se vuelve más intenso. La intensidad de las emociones en una empresa familiar no se da en una empresa que no es familiar. Por ejemplo, si tienes tu carrera profesional en una multinacional, el hecho de que tu padre y tu tío se lleven bien o no, que uno sea el mayor o el pequeño, que uno sea hombre o mujer, no tiene relevancia para tu currículum. Pero si estás trabajando en una empresa familiar y tu padre y tu tío no se llevan bien, esto te influye. Que seas el mayor, hijo único o que tengas muchos hermanos o primos, también condiciona. Además, en la empresa familiar todo el mundo tiene un pasado. En las familias suceden multitud de situaciones que, a veces sin saber por qué, se van transmitiendo generación tras generación. Hay un legado no dicho y no escrito, y tú vas siguiendo la estela familiar. No hay que olvidar que, en la empresa familiar, la carcoma que hace que las estructuras se resientan es todo lo que no se habla. Muchas veces, con la mejor de las intenciones, decimos “no voy a decir nada, no voy a intervenir para que no se complique más la situación”, y es al contrario: cuanto menos se habla, más se complica todo.

Estas emociones de las que no se habla ¿también afectan a las empresas que no son familiares?
Sí, sí, claro. Somos personas siempre, y cuando suceden cosas en el ámbito profesional nos afectan. Es decir, todos sentimos muchas veces la envidia, los celos, la ansiedad… Todo esto nos afecta muchísimo, y la salud mental —a la que afortunadamente se le está empezando a dar un lugar en la sociedad— es tan básica como que, si no hay una buena salud mental, esto repercute también en la salud física.

De los fracasos tampoco se habla mucho ¿no?
Sí. En nuestra cultura vivimos los fracasos como algo malo o algo que se ha hecho mal. Sin embargo, hay situaciones en las que el fracaso viene condicionado por unos factores externos que no podemos controlar. Lo que sí podemos controlar es el aprendizaje que obtenemos de cada situación en la que no hemos tenido lo que deseábamos. En realidad, el fracaso es no intentarlo.

A usted el éxito también le parece un asunto delicado…
Es que es muy delicado. Casi nos enseñan más a gestionar el fracaso que el éxito, y en cambio todo el mundo busca el éxito, todos queremos tener éxito. Hace un montón de años, Carl Jung decía “cuando alguien se me acerca a contar un éxito, siempre le digo: espero que este éxito no te haya dañado demasiado”. ¿Por qué? Porque tras un éxito, muchas veces, uno empieza a percibir la envidia de los que no lo han tenido, los celos de quienes sienten que no han tenido tanto protagonismo…, y esto hay que saberlo gestionar. Ya lo dicen: “hay quien no se recupera de un éxito”. Hay que estar muy atento, si uno no vigila, se queda instalado en el fracaso; pero si tampoco vigila, del éxito sale rápidamente.

 

“Las empresas que no cuiden el talento se quedarán con los mediocres”

 

Dice usted que las personas debemos ser “emocionalmente sostenibles” ¿qué significa esto?
En la misma medida que cuando hablamos de «sostenibilidad ambiental» nos referimos a que utilicemos los recursos de manera que en el futuro puedan seguir utilizándolos las generaciones futuras, a nivel emocional ocurre lo mismo. Es decir, hay que cuidar las emociones de las personas para que estas puedan continuar con su vida, con su trabajo. No seguir con la sensación de “bueno, la exprimo mucho, la obligo mucho, y si luego se queda muy mal o no puede seguir trabajando, pues lástima. Ya veremos qué hacemos”. Esto es una irresponsabilidad muy grande. Me llama la atención que se habla de la sostenibilidad en todos los ámbitos de la Tierra y, empresas que están invirtiendo cantidades ingentes de dinero en el cuidado de los mares, la agricultura, la alimentación… —¡que está estupendo, faltaría más!—, no sé si invierten cantidades proporcionales en la sostenibilidad emocional de las personas que integran sus organizaciones o sus entornos.

Antes señalaba que la salud mental, al fin, ocupa un lugar destacado en la agenda de la actualidad. ¿Por qué nos cuesta tanto pedir ayuda?
Porque estamos instalados en una cultura en la que se premiaba o valoraba mucho la autosuficiencia. Es decir, si no necesitas nada o no necesitas a nadie, te vas a sentir más seguro y mejor, y en realidad no es cierto. Todos necesitamos siempre de alguien que nos ayude, que confíe en nosotros, nos enseñe, nos acompañe, y hasta hace muy poquito esto se ha estado viviendo como una vulnerabilidad, una debilidad. Y, además, hemos estado inmersos en una cultura del bienestar, todo el mundo tenía que estar bien. Y esto no es posible porque la vida es estar algunos momentos bien, otros muy bien, otros regular y otros mal. Para poder saborear el estar bien, en algunos momentos has debido estar no tan bien.

¿Cómo se rompe en el terreno laboral ese hielo?
Dando ejemplo. Lo mejor es que empiece desde arriba, es decir, que la jerarquía, la autoridad, manifieste que hay situaciones en las que, a veces, uno está desconcertado o que le preocupa la incertidumbre, porque esto abre la puerta a que todo el mundo pueda compartir sus sentimientos o su malestar, y ver que no pasa nada. Esto forma parte de nuestra realidad.

¿Estamos evolucionando en esta educación emocional en el ámbito profesional?
La verdad es que sí, pero como toda evolución necesita su tiempo. Se trata de ir viendo paso a paso que en el mundo de las organizaciones, en el mundo profesional, se puede construir un entorno bastante más amable. No hace falta que todo sea rígido, archidisciplinado, racionalizado… También forman parte de nuestra vida las emociones y si se cuidan, se riegan y potencian, el rendimiento de las personas es mucho más grande. Con lo cual, por el bien de todos, hay que hacerlo sí o sí. A menudo, en las empresas en las que colaboro me preguntan: “¿cómo podemos hacer para retener el talento?” A mí la palabra «retener» me produce cierta urticaria porque me imagino a alguien con talento atado a una silla y que lo están reteniendo para que no se vaya. Y el talento —como es talento— enseguida detecta dónde le cuidan, le respetan, dónde va a poder aprender, y allí es donde va. Las empresas que no tengan esto presente y no lo tengan en cuenta verán que el talento se irá allí donde encuentre el hábitat que necesita para crecer, y ellas se quedarán con los mediocres.

¿Esa es la “revolución emocional” de la que usted habla?
Absolutamente. Es la revolución en la que todos podemos participar y en la que todo el mundo va a salir ganando. Fíjate que la Revolución Industrial cambió la vida de la sociedad y del mundo laboral, ahora estamos inmersos en la revolución tecnológica, pero si no hacemos la revolución emocional —la de las personas—, todas las revoluciones que han tenido lugar hasta estos momentos no van a tener sentido.

 

“De las situaciones urgentes e importantes solo se sale con las emociones»

 

El futbolista Andrés Iniesta escribió que con usted aprendió a elegir. ¿Las buenas decisiones son más emocionales o más racionales?
Desgraciadamente ha tenido que venir una pandemia universal para darnos cuenta de la importancia de las emociones. De las situaciones urgentes e importantes solo se sale con las emociones. La racionalización necesita dos premisas: tiempo e información. Si se trata de algo urgente, no hay tiempo, y si, además, la información no la podemos contrastar, no nos sirve la racionalización. Cuando las emociones han estado viviendo tanto y tanto tiempo como si fueran la hermanita pobre de la racionalización, hemos necesitado una pandemia para darles la importancia que tienen.

Miremos hacia adelante. Usted cree que una persona con futuro es alguien que no tiene coartada la creatividad. ¿Y qué más necesita para ser alguien con futuro?
Este es el gran interrogante. Para mí, el futuro no tiene que ver con el tiempo; tiene que ver con la actitud y la disposición a estar abierto a cosas nuevas, a la innovación por encima de todo. Cuando hablamos de innovación, todos lo asociamos a tecnología, pero innovar —según la RAE— es hacer lo mismo que hemos hecho hasta ahora, de forma diferente, con la intención de mejorarlo. Esto es buscar de qué manera podemos mejorar todo lo que sea posible, pero poniendo en el centro a las personas para que la vida, el trabajo y la educación de las personas sea mejor, basándonos sobre todo en la creatividad que nos llevará a la innovación.

Un comentario

  • Antonio Rodríguez dice:

    Sra. Puig,

    En Canarias , por lo menos en Tenerife, lo que Vd, lamentablemente está muy alejado de la realidad, las empresas tinerfeñas en su gran mayoría tienen un estilo de dirección penoso, su único objetivo es ganar dinero y eso es lo que perciben sus trabajadores. Los asalariados en general son más profesionales que los propietarios que suelen ser los gerentes y han hecho el esfuerzo en adaptarse y formarse a las cambiantes situaciones , mientras que los propietarios no muestran ninguna voluntad en formarse y dirigir mejor a sus empleados, las rotaciones de personal son alarmantes y la insatisfacción de los que se quedan es muy alta. No dispongo de datos que lo pueda contrastar solo de mi experiencia en cargos directivos en 8 empresas y asesor de empresas de unas 30 en 35 años de carrera profesional
    Un saludo

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