“La vida es arte y oficio, corazón y cabeza, afectividad e inteligencia.” De esta forma subraya el Catedrático de Psiquiatría y Psicología Médica, Enrique Rojas, la importancia de la madurez de la personalidad. En su último libro Todo lo que tienes que saber sobre la vida [Editorial Espasa] -cuya publicación coincidió con el inicio de la crisis pandémica- este especialista de renombre internacional nos descubre los principales mecanismos del comportamiento humano. Entre capítulos repletos de definiciones, Rojas retoma conceptos elementales para entender las claves de la vida personal-profesional y saber vivirla.
Rocío Celis, periodista y socióloga
En su último libro asegura que la puerta de entrada al castillo de la felicidad consiste en tener una personalidad madura. ¿Qué es la madurez?
La madurez es un concepto un poco etéreo. Significa buena relación entre la edad cronológica y la edad psicológica, y hay dos tipos, la madurez general y la madurez sentimental.
¿En qué consisten una y otra?
La madurez general es saber gestionar de forma sana los cuatro grandes argumentos de la vida que son: amor, trabajo, cultura y amistad. La madurez afectiva es saber gestionar de forma sana el amor. Yo no creo en el amor eterno, creo en el amor que se trabaja en el día a día. En ese sí creo. Es fácil enamorarse y más difícil es mantenerse enamorado.
Ser una persona adulta y ser una persona madura entonces no es lo mismo…
Hay mucha gente de cincuenta años inmadura y mucha gente de veinticinco o treinta años que tiene bastante madurez en relación con su edad.
Le he leído que no hay madurez psicológica sin conocimiento propio. Esencialmente, ¿qué es lo que debemos saber acerca de nosotros mismos?
El conocimiento propio significa saber cuáles son nuestras aptitudes y cuáles son nuestras limitaciones. Conocer los propios puntos fuertes para afirmarlos y conocer también los débiles para corregirlos. Una de las puertas de entrada al castillo de la felicidad de la que hablábamos es tener una personalidad equilibrada.
Vuelve usted en su último libro al asunto de la felicidad, ese concepto tan escurridizo… ¿Cuál es su definición?
La felicidad consiste en tener un proyecto de vida coherente y realista basado en los cuatro argumentos que señalé antes – amor, trabajo, cultura y amistad-. De ellos, los más importantes son el amor y el trabajo. Nos pasamos la vida trabajando, y el trabajo y el amor tienen que ir de la mano.
¿Qué hace falta para ser feliz con lo que uno hace?
Le cuento una anécdota. Desde hace muchos años doy clases en Londres. Y el año pasado estando yo en Hampstead, al norte de la ciudad, cerca de la boca de metro de Finchley Road cogí el bus para ir a dar clase a la Universidad y me encuentro al conductor -de unos treinta y tantos años- que va cantando y silbando. Me quedo hablando con él y le pregunto, “¿está usted muy contento?”. Y me dice, “sí, estoy muy contento porque lo tengo todo, lo tengo casi todo. Estoy en la compañía de autobuses de Londres, me encanta la ciudad, el día es muy bonito…” Conclusión: la felicidad no depende de la realidad, sino de la interpretación que hacemos de la realidad.
¿Qué es tenerlo todo?
Tenerlo todo es hacer algo que merezca la pena con la propia vida en la que uno es capaz de hacer algo por los demás. Tener un proyecto de vida y que al mismo tiempo ese proyecto mire a los demás, si no, uno se convierte en un ególatra y una persona ególatra no está preparada para el amor.
Habrá quien eche siempre algo de menos…
Dice Sancho Panza en el Quijote: “la felicidad no está en la posada sino en medio del camino”. La felicidad es una forma de entender la realidad, pero sabiendo que la felicidad absoluta no existe. La felicidad total se da en el otro mundo. ¿Por qué? Por la cantidad de complejidades que tiene la vida: el trabajo profesional, el amor…
«Para ser estable emocionalmente hay que saber relativizar, mirar con perspectiva»
Esas dificultades profesionales, personales, como las que estamos atravesando a cuenta de la COVID-19 pueden hacer tambalear el ánimo. ¿Cómo se logra mantener a flote la estabilidad emocional?
Hacen falta cinco cosas. Primero, saber controlar los estímulos externos, es decir, saber relativizar. Segundo, controlar mejor los estímulos internos, los mentales. Conozco pacientes en los que la cabeza es el principal enemigo -darles vueltas a las cosas…- Tercero, tener buena tolerancia a las frustraciones, ser capaz de aceptar las cosas que se tuercen, que salen mal. Cuarto, no compararse con los demás. ¡Qué error! La comparación con los demás es uno de los errores más frecuentes. Y quinto, administración inteligente de la soledad -un libro, una buena conversación, tener curiosidad por aprender…- Ser estable es relativizar, tener perspectiva, es decir, poner en nuestra vida las luces largas. Saber mirar en la lejanía con una visión panorámica de nosotros mismos. Hay derrotas, hay fracasos, que al cabo de un tiempo se convierten en victorias. Me gustan los perdedores que vuelven a empezar.
¿De qué manera se lidera una organización en medio de una crisis?
El auténtico líder es una persona que tiene autoridad. En latín existen dos palabras: auctoritas y potestas. El que tiene poder es el que está mandando y cuando deja el poder desaparece su fuerza. En cambio, auctoritas significa aquel que te ayuda a crecer como persona. El auténtico líder es la persona que tiene una visión positiva de las cosas, tiene capacidad para lanzar a los demás, es coherente -hay una buena relación entre lo que dice y lo que hace-, tiene capacidad para arrastrar a la gente a hacer algo por los demás en positivo, no se queda en los lamentos de que las cosas están mal.
¿Alguna capacidad específica para liderar durante esta pandemia?
Yo creo que tener la capacidad de interpretar la realidad de forma sana. La pandemia es terrible, pero pasará. El tema es que pone de manifiesto la fragilidad del ser humano, la debilidad que tenemos todos. Un microorganismo que hay que verlo en el microscopio electrónico ha parado el mundo de tal manera que la crisis familiar, social, económica, cultural es de magnitudes extraordinarias. Y saber esperar y saber continuar. Esto demuestra nuestra fragilidad y al mismo tiempo que todo es relativo.