Skip to main content

Elena Bárcena: «Para luchar contra la pobreza y la desigualdad es fundamental la capacidad innovadora de las empresas»

Por julio 11, 2023octubre 10th, 2024BLOG

 

La catedrática de Economía Aplicada de la Universidad de Málaga, Elena Bárcena, explica convencida que el crecimiento económico sostenible pasa por una prosperidad compartida por «todas las capas de la sociedad». La profesora Bárcena —máster en Econometría y Economía Matemática por la London School of Economics and Political Science— es especialista en la dinámica de rentas y pobreza, y sus relaciones con el desarrollo económico. Con ella hemos analizado dos aspiraciones para la sociedad global contempladas en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030: el fin de la pobreza (ODS 1) y la reducción de las desigualdades (ODS 10).

Rocío Celis
Periodista y socióloga

 

 

¿Qué nos dicen los datos, las investigaciones más recientes sobre la pobreza en el mundo?
Lo mejor sería acotar el término porque el concepto ha evolucionado a lo largo del tiempo. Si bien en un principio hablábamos de la falta de recursos económicos necesarios para llevar una vida digna, a partir de cierto momento la pobreza se entiende como la capacidad para llevar un tipo de vida acorde con la sociedad en donde te insertas. Respecto a la primera acepción, lo que llamamos «pobreza extrema» significa que una persona no tiene los recursos necesarios para satisfacer sus necesidades básicas —esta línea de pobreza la establece el Banco Mundial actualmente en 2,15 dólares al día—. Desde esta perspectiva, observamos que mundialmente cada vez hay menor número de personas que viven con menos de 2,15 dólares al día, lo que ocurre es que estas personas están muy concentradas, geográficamente localizadas en Asia meridional y en África subsahariana. Además, entre ellas tiene una fuerte presencia la mujer —hay 122 mujeres por cada 100 hombres—. La pobreza tiene rostro femenino y también infantil.

¿Y en los países desarrollados?
Aquí hablaríamos de la segunda acepción: alcanzar un nivel de vida acorde con la sociedad en la que se vive. Para medirla, si ordenamos a todos los individuos según su renta, de mayor a menor, la renta de la persona que se sitúa justo en la mitad de esa lista es la mediana. Pues bien, el 60% de ese valor es lo que entendemos por «línea de pobreza» en los países desarrollados. Este es el indicador que se utiliza en los Objetivos de Desarrollo Sostenible en los países europeos. Según esta «línea de pobreza», en España tenemos alrededor del 20% de pobreza, con oscilaciones debido a los ciclos económicos —en 2009 partíamos de un 20% y en 2014 superábamos el 22,10%—. Por supuesto, esta cifra varía mucho por rango de edad, por familias con hijos, etc. Por tanto, podemos decir que en España existe pobreza —entendida de esta forma relativa—, oscila con el ciclo económico y tiene una serie de características sociodemográficas muy asociadas a ella: suele ser un menor, una mujer, una persona sin trabajo, personas con menor educación…

Háblenos de las causas.
Son múltiples factores. Diría que uno muy determinante es su origen: dónde naces, cómo es tu familia, si en la familia hay trabajo suficiente como para que el niño tenga una vida adecuada… Todo eso va a determinar la pobreza futura de la persona, su propia educación, su salud…, tendrá peores condiciones para absorber conocimiento, encontrar trabajo, incluso su red de conocidos o personas con influencia es más débil. Pero ya digo que no es solo la familia, también influyen otros factores, por ejemplo, las instituciones del país donde te desarrollas. Instituciones más fuertes y comprometidas van a ayudar a que la vulnerabilidad de esas personas tenga menores consecuencias futuras. Así que hay mucho trabajo por hacer para las instituciones, las empresas, las demás personas… Todos deberíamos facilitar que esa vulnerabilidad no se perpetúe en el tiempo.

¿Cómo se mide la desigualdad?
Es un concepto bastante más difícil de apreciar que el de pobreza. Hablamos de diferencias de rentas, educativas…, cualquier variable que estudiemos. En el ámbito europeo, cuando hablamos de desigualdad se trabaja con dos indicadores. Uno es el índice de Gini, bastante fácil de entender, que está entre 0 y 1 —cuanto más se acerque a 1, mayor es el nivel de desigualdad—. Por ejemplo, en España está por encima del 0,33 y también oscila dependiendo del ciclo económico. Hay otra medida de desigualdad que se escribe S80/S20, que significa qué volumen de renta tiene el 20% más rico de la población frente al 20% más pobre. En España, los ricos se llevan seis veces más de lo que tienen los pobres.

Pobreza y desigualdad se retroalimentan…
Sí. Son dos conceptos que, aunque diferentes, están muy relacionados. La pobreza puede entenderse como algo más absoluto y en el caso de la desigualdad podríamos encontrarnos una población que no tiene pobreza y sigue teniendo desigualdad. En términos prácticos, todo lo que se haga para el fin de la pobreza va a afectar a la desigualdad y lo que se haga para reducir la desigualdad tiene influencia también en la pobreza.

¿Estamos ante objetivos éticos?, ¿sociales?, ¿económicos?
Estos objetivos son desafíos multidisciplinares, afectan a muchas y distintas facetas. Suponen tener un enfoque multidimensional y como tal implican, por supuesto, una faceta ética porque debemos luchar para que todos los individuos tengan derecho a una vida digna. También tienen una faceta social. Todo lo que trabajemos para tener sociedades más justas, más equilibradas, nos permitirá tener sociedades menos tensionadas donde vivir más relajadamente. Y, naturalmente, también tienen un sentido económico. Cuanta menos pobreza y menor desigualdad existan, más fácil es que haya un desarrollo económico adecuado, es decir, un desarrollo económico que llegue a todas las esferas. Hablamos de macrocifras y decimos «ha crecido el PIB», ¿pero ha llegado a todas las personas ese crecimiento? Si luchamos contra la pobreza y reducimos la desigualdad, estamos asegurando que ese crecimiento debería llegar a todas las capas de la sociedad.

En una sociedad en la que exista desigualdad habrá menor desarrollo económico

 

En Foroe, en la Jornada en la que usted participó sobre evolución de las desigualdades, se señaló que la cuadratura del círculo es reducir las desigualdades y no dejar de fomentar el crecimiento económico. Explíquenos esto.
En una sociedad en la que exista desigualdad habrá menor desarrollo económico porque entendemos que las personas que están en pobreza o sufren más desigualdad van a tener menos capacidad de consumo. Esto hará que el crecimiento económico sea menor. Si hay pobreza y hay desigualdad, va a haber brecha en educación, en salud…, que hará que la productividad sea menor y, por tanto, que haya un menor crecimiento económico. En definitiva, se va limitando el desarrollo humano. Incluso —pensemos— personas pobres que han tenido poca educación, que tienen problemas de salud, etc., tienen menos capacidad de innovación, de creatividad, de emprendimiento… Nos estamos perdiendo ese potencial que tenemos en la sociedad y, en consecuencia, esa capacidad de desarrollo que tendríamos si aseguráramos a todos los individuos su capacidad innovadora, creativa, emprendedora…, a través de menor sufrimiento, menos carencias y unos niveles de vida dignos.

¿Y por qué en períodos de crecimiento económico no se reducen las desigualdades?
Esta es una característica particular de España y es preocupante. Sabemos que tanto la pobreza como la desigualdad tienen cierto comportamiento cíclico: en periodos de recesión aumentan y en periodos de crecimiento deben disminuir. En España, el problema es que cuando la economía está en un ciclo favorable, la pobreza y las desigualdades se reducen, pero no mucho. De hecho, respecto a la crisis de 2008 ambos índices crecieron y después, justo antes de la pandemia, en 2019, todavía no habíamos recuperado las cifras de 2008 en términos de pobreza y desigualdad. Es decir, habíamos tenido un periodo de crecimiento y no fuimos capaces siquiera de situarnos en el punto del que partíamos. ¿Esto por qué ocurre? Pues porque quizás esa bonanza del ciclo económico está medida con cifras macroeconómicas —PIB, renta…— que no tienen en cuenta las particularidades de las personas. Si nos fijamos en estos Objetivos de Desarrollo Sostenible —pobreza y desigualdad—, hay un cierto foco en las personas. Hablamos de desigualdad de género, de terminar con el hambre, de que no haya pobreza…, son todas características de las personas. Nosotros podemos estar en un ciclo económico en el que la renta media crece, pero esa media ha crecido porque solo algunos se han favorecido del crecimiento; no ha llegado por igual a las personas pobres. De ahí que hablemos de desarrollo económico y, sin embargo, pobreza y desigualdad no se reducen. Por eso, es necesario que exista un desarrollo sostenible, una prosperidad compartida, para que ese crecimiento que se evidencia en las cifras económicas realmente se comparta por todos los sectores de la población.

¿Cuáles son las prioridades para alcanzar esa prosperidad compartida?
Hay una serie de políticas que ayudarían a dirigir nuestros esfuerzos. Por un lado, aquellas que van referidas a la educación. Este reto es difícil de adquirir por parte de los Gobiernos porque es un reto a largo plazo y no se van a ver los resultados inmediatamente. Pero una educación de calidad y accesible para todas las personas está en la base de la reducción de la desigualdad y el fin de la pobreza. La educación te va a dar una formación que te permitirá, por ejemplo, incorporarte al cambio tecnológico o conseguir un buen empleo. Tener hijos en esa situación significa que se desarrollarán en un entorno favorable y no se va a perpetuar la pobreza. Esta apuesta es uno de los primeros canales. Por supuesto, también fomentar un empleo decente con sueldos decentes y, por tanto, con baja inestabilidad laboral. Otras posibles actuaciones son la reforma fiscal para redistribuir la riqueza, abogar por una protección social para la población vulnerable, permitir una mayor participación ciudadana y fortalecer el sistema de protección de salud. Por colectivos, diría que la infancia es un colectivo muy atacado por la pobreza —todo lo que se haga para proteger a la infancia tendrá efecto en el futuro—; también las mujeres y las personas con discapacidad.

Antes nos ha dicho que toda la sociedad debe actuar de alguna forma en estos dos Objetivos de Desarrollo Sostenible —personas, instituciones, empresas…—. ¿Qué pueden o qué deben hacer las empresas?
Las empresas, igual que toda la sociedad y los Gobiernos, están involucradas en los ODS y así se reconoce. Son objetivos globales porque afectan a todas las personas, los han asumido los Gobiernos y estos cuentan con las empresas. El papel de la empresa es fundamental porque para luchar en muchos de estos objetivos es esencial la capacidad innovadora que tienen las empresas, su capacidad para ofrecer soluciones alternativas y llegar a distintos colectivos a lo que antes no se llegaba. Hemos visto cómo determinadas capas de la sociedad han sido incluidas gracias a la innovación que ha permitido, por ejemplo, que personas con discapacidad puedan acceder a la información gracias a las nuevas tecnologías. En consecuencia, que la empresa promueva este tipo de artilugios informáticos o la inteligencia artificial y otro tipo de estrategias va a permitir la inclusión de colectivos que son vulnerables. La empresa debe asumir ese rol y recoger el guante que le ofrecen los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Estamos viendo que por parte de los Gobiernos hay una fuerte concienciación con los ODS, por parte de la sociedad empieza a verse esa conciencia y la población demandará en las empresas la actitud favorable a los ODS. Si las empresas son capaces de adelantarse a esta situación y apostar en su actividad diaria por trabajar enfocadas a los Objetivos de Desarrollo Sostenible, la sociedad lo va a identificar como un valor en alza y valorará más a estas empresas.

¿Qué posibilidades reales tenemos de lograr ambos Objetivos?
Todavía nos queda mucho por recorrer, la pandemia no ha jugado a nuestro favor y los fenómenos recientes —la guerra en Ucrania, la subida de los precios…— no han favorecido nada la perspectiva de finalizar con la pobreza o la reducción de las desigualdades. Nos hemos alejado de la trayectoria que creíamos descendiente, no obstante, debemos mantenernos en el optimismo y, sobre todo, mantenernos en nuestra actuación porque cualquier revés que haya puede desviarnos, pero debemos trabajar con la mente en el largo plazo, visualizando bien el objetivo y trabajando para ello.

Deja tu comentario